Hoy me he levantado con una contractura en la espalda que me deja sin respiración y casualmente esto siempre pasa en el momento más inoportuno. Tenemos mil cosas que hacer ya que mañana me toca quimio e intentamos dejar todo preparado para que los días siguientes sean un poco más cómodos por si me encuentro mal. Pues a esto le añadimos que el pequeñín esta malito lo cual dificulta mucho todo por no hablar de lo mal que se pasa al verle tan débil...
Entonces todo te desborda y sientes que no puedes más, que todo te pasa a ti, te sientes culpable porque no puedes ni hacerte cargo de tu hijo o porque ves que tu pareja también se siente desbordada... Son mil sentimientos que te golpean desde la cabeza hasta el corazón y tanto tu cuerpo como tu mente se bloquean...
Aun así intentas calmarte, volver a pensar en lo que ocurre y analizas la situación más fríamente. Y me doy cuenta de algo muy importante: no puedo venirme abajo. Es casi un lujo rendirse, todo sería muy fácil y nadie nos dijo que vivir es un camino de rosas. Quizás estas palabras no gusten o suenen duras pero es lo que hay. No me queda otra que morderme la lengua y una vez pasado ese mal rato, aunque no te sientas del todo bien, seguir adelante. Primero por mí y luego por mi familia.
Desde que todo esto empezó lo que si he tenido muy claro es que no soporto la idea de ver mal a mi familia y es complicado porque evidentemente ellos se preocupan por mi. Pero si yo estoy mal o triste ellos también por lo que esto acaba siendo un circulo vicioso que no acaba nunca.
Así que una vez más intentamos que nuestra vida vuelva a su normalidad, nos hacemos un poquito mas fuertes e intentamos que nuestras sonrisas llenen esos vacíos tan dolorosos y si no somos capaces de hacerlo o no nos quedan fuerzas nos apoyamos en la gente que nos rodea.
Hoy no tengo casi palabras así que me despido con un pequeño mensaje:
No te rindas.
Con cariño: Historia de una mamá con cáncer.